El autismo

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Cuando escuchamos la palabra autismo, normalmente, la primera imagen que viene a nuestra mente es la de aquellos niños, niñas, jóvenes y adultos que se sumergen dentro de un mundo propio al cual es imposible acceder desde el exterior. El “autista” no tiene sentimientos, no logra establecer relaciones vinculares, no observa, no presta atención, es agresivo, etc… El “AUTISTA” tiene un bajo desempeño cognitivo y nunca logrará aprender. “ELLOS”, “LOS AUTISTAS” nunca harán nada bien.

Sin embargo el tiempo y la experiencia nos han demostrado todo lo contrario. Es importante mencionar que las primeras descripciones aún siguen siendo utilizadas por muchas personas, incluso padres y profesionales vinculados con esta condición.

Antes de poder continuar creemos necesario poder clarificar el juego de “comillas” utilizado en el primer párrafo al mencionar “Autistas” y/o “Ellos”. NUNCA olvidemos que el trastorno del espectro autista es una condición y como tal no degrada al individuo quien la padece, ni lo priva del escalafón de PERSONA. Es una condición especial que se acerca, de acuerdo a los comportamientos que manifiestan, a un trastorno descrito casi medio siglo atrás por Leo Kanner y Hans Asperguer, luego Eugen Bleuler y perfeccionado por Lorna Wing más adelante y así, muchos más. Los autores y estudiosos sobre el tema suman y siguen describiendo sus estudios respecto al tema; no es nuestro afán desmerecerlos, sin embargo sus descripciones son realizadas en grupos de personas que presentan esta condición y por lo tanto mencionan el promedio de comportamientos más observados.

Dentro de todo el espectro (total) de personas con la condición de autismo, si se piensa, dentro de una línea continua que va de izquierda a derecha, se puede situar en el extremo izquierdo a quienes presentan un bajo funcionamiento, pueden presentar concomitancia con otras condiciones y requieren un alto nivel de apoyo terapéutico para el desempeño en su vida diaria. En la zona media de esta línea se sitúan a la mayoría de la población quienes presentan las conductas descritas en la mayoría de las publicaciones (ya que es la población de mayor número y que presenta muchos comportamientos en común). Finalmente al extremo derecho se sitúa a la población con mayor nivel de funcionalidad, son aquellas personas que presentan una adecuada comunicación verbal, presentan un nivel cognitivo adecuado, pueden asistir a establecimientos educacionales regulares (con apoyos de especialistas), tienen islotes de conocimientos muy elevados (ciencias, cálculo, astronomía, artes, etc.), pero sin embargo en tareas funcionales simples y en las sutilezas sociales es en donde presentan todas sus mayores dificultades.

Hace muy poco, el 2 de abril celebramos el día internacional del autismo. Nuestro centro se lleno de color azul y se pintaron carteles en alusión a esta celebración. El Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon entregó el siguiente mensaje con motivo del Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, 2 de abril de 2016: “En este Día Mundial de Concienciación sobre el Autismo, insto a que se promuevan los derechos de las personas con autismo y se asegure su plena participación e inclusión, como miembros valiosos de nuestra tan diversa familia humana, para que puedan contribuir a crear un futuro de dignidad y oportunidad para todos”.

Es nuestro deber como sociedad darnos el tiempo de conocer, comprender y aceptar la neurodiversidad. Es nuestra responsabilidad enseñar a nuestras familias, amigos y compañeros de trabajo que el autismo no es una “enfermedad”, es tan solo una forma distinta de ver, sentir y expresarse en este mundo. Es parte de nuestro desarrollo personal poder derribar tantos mitos y experimentar que “ellos”, “que son personas” si tienen sentimientos, si se comunican, si se relacionan, si se vinculan, si aprenden, si nos observan, si, si y si a muchas cosas más. Lo único que hace la gran diferencia es que todo lo afirmado anteriormente es a sus ritmos y no a los impuestos por nosotros.

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